La Covid-19 ha transformado la manera en la que vivimos.

Tras el confinamiento, la manera en la que nos relacionaremos nos ha obligado a modificar la forma de expresar nuestros afectos: no podemos abrazar ni besar a nuestros seres queridos, ni visitar a los abuelos, tíos, primos y amigos. Este cambio drástico afecta a nuestro psiquismo, nos reprime las emociones y debemos hacer un esfuerzo para adaptarnos a nuevos patrones que nos permitan expresar nuestros sentimientos.
En muchos casos, el Covid 19 ha impactado de forma directa a personas cercanas, lo que produjo mayor soledad para el enfermo y su familia.
No poder visitar al enfermo y en casos más graves la muerte del enfermo en soledad, produce sentimientos de mayor tristeza lo que se traduce en una prevalencia mayor de los problemas relacionados con la salud mental, con síntomas especialmente de ansiedad, depresión y culpa.
Otras variantes de las consultas psicológicas a raíz del Covid 19, asociadas a la depresión y ansiedad están relacionados con la economía familiar.
Ya estamos trabajando muchos cuadros de ansiedad y depresión como consecuencias económicas, por pérdida de empleo, miedo a no recuperar el empleo, reducción de los salarios, temor a tener que cerrar el negocio, temor del autónomo a no poder hacer frente a los gastos.
Las sesiones terapéuticas presenciales lo estamos haciendo telefónicas o teleconferencias y funcionan muy bien. Sólo cambiamos las sesiones presenciales por la vía telemática.
La Psicología encontró un gran aliado en la digitalización de la profesión.
La actual pandemia ha puesto en jaque la salud mental de muchas personas. Como psicóloga, he visto la necesidad de ayudar de forma diferente a las personas dando más servicio online. Encontré la solución para poder ayudar a los pacientes y tutorizados potenciando el trabajo de psicología de forma online – digital
Es previsible que el estrés pandémico afecte a los grupos más vulnerables de la población a los que habrá que prestar especial atención.
Las personas sin recursos económicos o sociales, discapacitadas, ancianos que viven solos o con escaso soporte social, niños o adultos que viven en hogares conflictivos y personas con psicopatología previa afrontarán peor las consecuencias y restricciones de la cuarentena y del confinamiento (Brooks et al., 2020). A estos grupos hay que sumar, de forma destacada, la parte de la población a la que más de cerca toca la enfermedad. Nos referimos a las personas enfermas, sus familiares (Wang et al., 2020) y el personal sanitario que les atiende en primera línea (Levin, 2019; Liu et al., 2020).
En el caso de las personas afectadas, al miedo por las inciertas consecuencias de la enfermedad en su vida y salud se suman las consecuencias que pueda tener en su familia
Bien sea porque piense que también pueden enfermar, bien sea por los efectos de su inactividad, al estar en tratamiento, aislado u hospitalizado y la consecuente pérdida de recursos. Los familiares de los pacientes tienen que lidiar no solo con la incertidumbre de que puedan contraer la enfermedad, sino que además apenas pueden mantener contacto con su pariente enfermo, lo que resulta en un sufrimiento añadido.
El personal sanitario tiene que exponerse al agente infeccioso sin disponer en muchos casos cómo debe protegerse, y también muchos presentan altos grados de ansiedad y depresión.
La pandemia altera cuadros afectivos, de ansiedad o dolor y depresión y alteraciones del sueño.
Además, un pequeño sector de la población desarrollará posteriormente alteración del estado de ánimo y trastorno por estrés postraumático, asimismo pueden desarrollar un duelo complicado y con sentimientos si se consideran responsables de haber sido poco diligentes en la protección de su ser querido o de haberle transmitido la enfermedad.
En este sentido, nadie duda de la ‘huella’ psicológica y social que la pandemia dejará en la mayoría de la población.
¡Pon solución al trastorno antes que se afiance en ti!
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